MASONERIA Y LAICISMO: DESAFÍOS EN LA ACTUALIDAD

Sep 30, 2016 | COMPARTIENDO VALORES

Trabajo presentado por la Columna de AA∴ de la Resp∴ Log∴ “Araucaria N°1″, Valle de Santiago de Chile, en la fiesta de su grado (24/8/2016)

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MASONERÍA Y LAICISMO: DESAFÍOS EN LA ACTUALIDAD.

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
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“El laicismo es luchar por lo nuestro, es abrir las ventanas de la comprensión y la justicia y es luchar sin tregua contra todos los fanatismos, que perturban y distraen en la tarea común del bienestar irrevocable del hombre”
Edgar Perramón

Introducción

El presente trabajo se enmarca en demostrar los diferentes conceptos y visiones referentes a la Masonería y el Laicismo. Conocer cuáles son sus actuales desafíos y si en realidad como chilenos y chilenas nos encontramos preparados para ser un Estado laico. Además de ello, se trata de reflejar el sentir y ver de la iglesia católica frente a las modificaciones constitucionales y el sentir de la población ante un eventual rechazo a sus opiniones y doctrinas  que han venido generando polémica en la actualidad.

Se realizaron entrevistas a especialistas en laicismo y masonería como también a teólogos estudiosos del tema, para de esta forma tratar de incorporar en el mismo, las diversas opiniones concebidas referidas al laicismo, masonería y los desafíos actuales que se tienen en la materia.

DESARROLLO

¿Qué es Laicismo, Laicidad y Estado Laico?

Según Carlos Abrigo (2016), la Laicidad es el respeto mutuo entre la religión y el Estado, mientras que el Laicismo, soslaya el tema religioso, es decir ignora lo religioso en una sociedad. Así mismo, define a lo denominado Laico, como todo aquello relacionado con la palabra “laos” que significa pueblo, lo que implica que la iglesia católica consagra a toda aquella persona que pertenece a la iglesia, elevándolo a la calidad de sacerdocio universal, pero que no cumple funciones dentro del ámbito del sacerdocio consagrado (Concilio Vaticano Segundo, 1959). Sin embargo los términos Laicidad y Laicismo, suelen ser términos que se confunden o generan errores de interpretación por el hecho de que la laicidad, defendida por el laicismo, adquirió un carácter combativo y anticlerical en particular en los países de tradición latina, aproximadamente entre 1850 y 1950 (Blancarte, 2008). Así mismo, un Estado laico, es aquel que tiene por obligación el preservar la libertad de conciencia frente a cualquier amenaza que atente contra la misma. Esta obligación surge de la convicción de que nadie puede ser obligado a creer en algo por la fuerza, siendo entonces necesario respetar las creencias de cada quien. Lo anterior es resultado, entre otras cuestiones, del proceso de pluralidad religiosa y de la necesidad de construir un Estado que garantice a todos los ciudadanos la posibilidad de creer o no creer. A pesar de esto, existen muchos Estados que no son formalmente laicos, pero establecen políticas públicas ajenas a la normativa doctrinal de las Iglesias y sustentan su legitimidad más en la soberanía popular que en cualquier forma de consagración eclesiástica. Países como Dinamarca o Noruega, que tienen Iglesias nacionales, como la luterana (y cuyos ministros de culto son considerados funcionarios del Estado), son sin embargo laicos en la medida que sus formas de legitimación política son esencialmente democráticas y adoptan políticas públicas ajenas a la moral de la propia Iglesia oficial (Blancarte, 2000). 

¿Chile es un Estado Laico?

Existe un ejemplo cercano de país laico en nuestro continente, como es el de Uruguay, en donde el 40% de su población dice carecer de filiación religiosa, incluyendo ateos, agnósticos o simplemente no se identifican con ninguna creencia en particular. Sin embargo nuestro país cuenta con un 8,6% de población no creyente y un 89,4% de creyentes y/o cristianos, siendo Uruguay el país menos creyente o sin alguna afiliación de tipo religioso de Sudamérica (Benavides, 2014).

No obstante, en Chile la separación entre la iglesia y el Estado ocurrió oficialmente en 1925, tras aprobarse el texto constitucional que contenía la norma que aseguraba la libertad de culto a todos los ciudadanos. Posteriormente, esta norma fue ratificada en la Constitución de 1980 y sigue vigente hasta el día de hoy. En su artículo 10, el texto constitucional indicó que la carta aseguraba:

”…A todos los habitantes de la República, la manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres, o al orden público…

Esta carta fundamental, fue un gran logro en la modernización del país, producto de un largo proceso de confrontaciones que en el plano político se dio entre los liberales y conservadores, y en el plano moral, entre la Masonería y la Iglesia Católica (Jans, 2013). No obstante, los laicistas más radicales enviaban a sus hijos a estudiar a colegios católicos, argumentando su mejor calidad educacional, lo que hace pensar que lo no resuelto de diversas problemáticas morales históricas, ha inhibido las capacidades de libertad de las personas, reflejando un país que no ha resuelto su pasado de un modo decidido y dando a conocer un temor autocomplaciente frente a los conflictos espirituales (Jans, 2013).

En este sentido Grollet (2005) plantea que:

“…No basta con establecer en la Constitución que la República es laica o que el Estado es neutro, para satisfacer efectivamente el deber de imparcialidad de los poderes públicos…

Problema, que en nuestro país es ocasionado por un conservadurismo sustentado en el clericalismo[1] y confesionalismo[2], en donde el laicismo debería ser visto como un estilo de vida basado en la experiencia humana, en la tolerancia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, el progresismo y la democracia y la búsqueda de una sociedad justa, que dicte una enseñanza laica aconfesional, con organismos públicos imparciales, garantes de la dignidad de la persona y los derechos humanos, sin exclusiones religiosas, raciales, sexuales, políticas y de ningún tipo (Linford, 2014).

[1]Relación con la influencia y predominio del clero sobre el poder político.
[2] Relación con la influencia y predominio, ya no solo de los clérigos, sino de un dogma religioso y de las estructuras de poder fáctico que éste genera en los distintos niveles de la sociedad.

Pese a que Chile es denominado por sus gobernantes como un “Estado Laico [3]” siguen en la actualidad el oficialismo religioso católico en las Fuerzas Armadas y de Orden, existen capillas católicas en instituciones del Estado, aún perdura la enseñanza religiosa católica en las escuelas públicas, simbología católica en entidades del Estado, aportes del erario fiscal para la construcción de infraestructura religiosa, entre otras (Misa Te Deum, Apertura del Senado, días feriados religiosos, etc.).Por tal razón, nuestro país no puede ser llamado “Estado Laico”, además de que en el Artículo Cuarto del Capítulo I de la Constitución de 1980, la definición de nuestro Estado es: “Chile es una república democrática”, y no un país en donde las personas no pueden ser impuestas políticamente en perjuicio de quienes no sostienen esas mismas creencias.

Pero, si es indiscutible que anteriores gobiernos contribuyeron con varios proyectos de ley desde 1882 a 1884 como la Ley de Cementerios Laicos, Ley de Matrimonio Civil, y la Ley de Registro Civil, que de alguna manera ayudaron a crear una sociedad más equitativa y sin discriminación en nuestro país. 

Religión v/s Laicismo: Una mirada a los pros y contras según la Iglesia, el Estado y la Sociedad.

Para lograr comprender los pros y contras de un Estado laico, se analizara como ejemplo a dos países laicistas, en este caso a Uruguay y Francia, además de conocer la posición de la Iglesia Católica referida al tema.

            Uruguay es un país laico por mandato constitucional hace casi un siglo, lo cual se produjo a través de un paulatino proceso de cerca de seis décadas, influenciado por el amor de los uruguayos a la libertad. El laicismo en este país, está ligado al pensamiento Artiguista[4], y los presidentes no juran sobre la Biblia desde comienzos del siglo XX, no existen crucifijos en los hospitales públicos ni en las escuelas y liceos públicos, no hay capellanes en las Fuerzas Armadas, no se reconocen los casamientos religiosos, y la influencia de la Iglesia Católica, es mucho menor (Lessa, 2013). La Constitución reconoce que todos los cultos religiosos son libres, pero el Estado no sostiene religión alguna. Por ejemplo la Semana Santa se le denomina “Semana del Turismo”, a la Navidad “Día de las Familias” el día de la Inmaculada Concepción “Día de las playas” (Funes, 2014).

Por otro lado, en Francia en un primer momento, en sus orígenes remotos, existía una confusión total de poderes, el Estado era considerado un fenómeno religioso. En 1814, se proclama a la religión católica como religión del Estado por ser la mayoritaria (principio de confesionalidad sociológica), y a la vez se garantizaba la libertad religiosa para todos los ciudadanos y aseguraba la igual protección de todas las confesiones religiosas (Rodríguez & Amerigo, s. f.).

Este criterio, de la separación entre los asuntos del Estado y los de las Iglesias es en cierta forma, confundido con el de laicidad, porque en la práctica los Estados laicos han adoptado medidas de separación. Pero hay Estados como Francia que no conocen la separación formal y sin embargo sus formas de gobierno son esencialmente democráticas, por lo que no requieren de una legitimación eclesiástica o sagrada.

[3]Estado en que se prescinde de la enseñanza religiosa y, por extensión, al Estado independiente de toda influencia religiosa, tanto en su constitución como en sus individuos.

[4]Se conoce como Artiguismo al conjunto de ideas políticas, económicas y sociales de José Gervasio Artigas, principal líder de la Revolución Oriental llevada a cabo en la Provincia Oriental de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de la cual la actual República Oriental del Uruguay es continuadora.

Aunque Francia es catalogado como el país más laicista de Europa, existe cierta neutralidad religiosa, como por ejemplo, de que aunque no hay religión oficial, se mantienen todas las huellas de la función pública desempeñada históricamente por la religión. Esto se refleja particularmente en el calendario, en el que la III.ª República añadió incluso el lunes de Pascua y el lunes de Pentecostés a las cuatro “fiestas de precepto” católicas, declaradas días festivos en 1802 (Navidad, la Ascensión, la Asunción y Todos los Santos). De ese modo, Francia no corta con sus raíces religiosas, pero otras religiones, como el judaísmo, el Islam o el budismo, no ven reconocidas sus fiestas más que a título de permisos individuales para funcionarios, agentes públicos y alumnos (Bauberot, 2005), demostrando de esta manera la dificultad de plasmar completamente el ideal al que apunta el fin del sistema de cultos reconocidos: el de establecer la igualdad entre todos los cultos, desde el mayoritario hasta los minoritarios.

En la actualidad, Francia afronta un problema de seguridad pública pero padece desde hace tiempo un problema religioso. Es innegable que las mismas dificultades que tiene parte de la comunidad islámica para asumir en ciertos ámbitos la idea de laicidad, las tiene la propia República a la hora de proyectar la idea de égalité (Igualdad)[5]sobre una comunidad que encabeza los índices de exclusión social. Por ello, la gran pregunta es en este sentido, si Francia podrá revertir esta situación sin realizar una política de cultos en principio vedada por la propia laicidad del Estado.

Así mismo, para la iglesia católica, el laicismo es el dominio del Estado sobre las manifestaciones religiosas, sobre todo las populares. Le incomoda la racionalidad y la búsqueda de explicaciones dentro del mundo natural, como algo contrapuesto a la revelación divina, que constituye el alfa y el omega de todas las causas y de los efectos (Staples, 2014). Además entiende que el laicismo consiste en prescindir de la afirmación de la existencia de Dios como referencia central de la propia conciencia. Se da por supuesto que tal afirmación es incompatible con una mentalidad moderna verdaderamente científica. En la actual mentalidad laicista, el valor supremo es el de la libertad, y con la libertad el progreso, y como resultado del progreso el bienestar material.

Esto implica, según la concepción católica que lo que es malo hoy, puede ser bueno mañana. No hay una fuente de moralidad objetiva, ni universal, ni estable. La única fuente objetiva de moralidad y de los criterios de actuación es la propia libertad, el propio gusto, el bienestar personal de cada momento. Y en una perspectiva social, la única fuente y el único criterio objetivo de moralidad es lo que democráticamente decidan los representantes del pueblo, en cada momento. Ellos son los representantes, la conciencia activa de una sociedad autosuficiente y dueña de sí misma, sin referencias a ningún Ser superior ni a ninguna moral objetiva, que pueda limitar la amplitud y la variedad de sus libres decisiones (Monseñor Sebastián Aguilar, 2008).

En este sentido, es importante señalar, que no siempre la laicidad ha tenido un carácter esencialmente tolerante, arreligioso, aconfesional, o antirreligioso, basado en la separación de lo político y de lo religioso, de lo estatal y de lo perteneciente al ámbito religioso. En efecto, en determinados momentos históricos y en ciertos lugares, tanto en algunos países europeos como en América, el laicismo tuvo un carácter antirreligioso, generalmente anticatólico, una actitud determinantemente militante contra lo religioso y en especial contra la Iglesia católica. Esta situación no puede hoy desconocerse ni olvidarse. Pero este carácter no ha sido inalterable, ni ha permanecido incambiado. El laicismo por el contrario, ha ido evolucionando hasta llegar a ser hoy una posición, basada en la Constitución o en la ley, construida en base al reconocimiento de la separación necesaria y de la independencia del Estado de la Iglesia (de todas la iglesias), de lo político y de lo religioso y del reconocimiento de la integral y completa libertad religiosa y, en consecuencia, de la plena libertad de cultos (Gros, s.f).

[5] Igualdad. Derivado del principio francés Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Masonería y Laicismo: ¿Es realmente Laicista la Masonería?

La masonería es laicista, al no ser considerada una religión ni un sustituto de ella. No impone ni recomienda ninguna fe o la falta de ella. Así pues, un masón o masona puede profesar la religión que desee o ninguna sin entrar en contradicción con los principios masónicos.

Al ser la libertad absoluta de conciencia un principio fundamental del laicismo, no se contrapone con los propios principios masónicos. Como también la laicidad que intenta liberar al ciudadano de todo lo que aliena o pervierte el pensamiento, especialmente las creencias atávicas, los prejuicios, las ideas preconcebidas, los dogmas, las ideologías opresoras, las presiones de orden cultural, económico, social, político o religioso, trata de desarrollar en el ser humano, en el cuadro de una formación intelectual, moral y cívica permanente, el espíritu crítico así como el sentido de la solidaridad y de la fraternidad. La masonería respeta de sobremanera a los creyentes y a las iglesias, defiende su derecho y su deber a su autogestión y autofinanciación, para que, en plena libertad puedan desarrollar sus actividades sin injerencias externas.

Frente a ello, la Masonería aspira a que la fraternidad reine entre todos los hombres, mujeres y pueblos. Cree que ninguna diferencia por razones de raza, religión o concepciones políticas, sociales o filosóficas, debe ser suficiente para que los seres humanos no posean y practiquen, en toda su amplitud, los sentimientos fraternales. El amor y respeto a la Patria, dentro de un marco de solidaridad, es idea sagrada para todo masón y masona.  Lograr que sus miembros sean cada vez más perfectos, es la meta ideal de la Orden, particularmente en momentos en que la paz y la seguridad se encuentran en peligro.

Desafíos actuales del Laicismo

  • La Iglesia debe quedar como una institución que promueve valores, actitudes y conductas, con sus propios propósitos, metas y métodos, sin ser protegida por un estatus especial por parte del Estado.
  • Se debe definir la moral no como católica sino como ciudadana. La moral cultural, las reglas de convivencia pertenecientes a una agrupación humana, no tienen por qué ser uniformes para todos los grupos humanos.
  • El introducir dentro de los debates de la sociedad chilena la convicción de que debe haber un estado laico y este se verá expresado en la nueva constitución.
  • El concepto de laicidad debe ser correctamente entendido y aplicado para permitir a la sociedad la libre expresión de todos los pensamientos sin que el Estado adopte uno como propio.
  • El laicismo tendrá que renovar sus esfuerzos para contribuir a crear el clima necesario a fin de que, por lo menos en América Latina, con 500 millones de habitantes, y que en 30 años más crecerá en 200 millones, se expresen la  tolerancia, la justicia social y el pleno derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia.

 

Conclusiones

¿Chile es un Estado laico? ¿Está preparado para serlo? ¿Qué implica la laicidad en la masonería? ¿Somos realmente laicos los chilenos?

Pueden existir una diversidad e infinidad de preguntas referidas a este tema. Podemos darnos vuelta en interrogantes y tratar de encontrar respuestas que solo el profundo significado de esta palabra puede darnos… LAICISMO.

Luego de entrevistar a diversos especialistas, con maneras de pensar opuestas el uno del otro, y revisar bibliografía del ámbito político y académico, se logra vislumbrar un amplio espectro sobre lo que significa en realidad ser laico, practicar la laicidad y hablar de laicismo.

Primero habría que entender los conceptos de cada de uno de ellos, como empezar diciendo que laicidad, podría ser definida como la sana convivencia entre la iglesia y el Estado, Laicismo la ideología, y un Estado laico como un sector en donde convergen seres humanos con libertad de pensamiento y libre disposición a la toma de decisiones.

Podemos plantear que, en Chile a pesar de que contamos con un evidente despertar occidentalizado que ha hecho que al exterior nos veamos como los “de Mente abierta” de Latinoamérica, aún no estamos preparados para grandes cambios, a pesar de que dejamos de ser una población llena de prejuicios, que aceptamos al otro tal y como es y tenemos la fácil tarea de adaptarnos al cambio muy rápidamente, es decir tan rápido como evoluciona la cultura y la sociedad.

Pero ¿qué pasa si un día de estos, el gobierno y/o Estado realmente propone un cambio a fondo, en donde las tradiciones “Cristiano – Católicas” como navidad o semana santa cambiaran a una semana turística, o semana de la familia como en el caso de Uruguay? ¿O el hecho de que si hubiese más migrantes musulmanes en nuestro país, se les impidiera andar a las mujeres con un Burka o Hijab? ¿No sería considerado como una no aceptación o respeto al otro?

Quizás la gran mayoría lo acepte o tal vez pueda que este tan encriptado o arraigado el chip religioso en nuestras mentes  y les sea más complejo aceptarlo.

Por ejemplo la visión religiosa en cuanto a este tema, ve al laicismo como una ideología que trata de “arrinconar” a la iglesia al sector más oculto de nuestros hogares, pero… ¿Por qué la iglesia se victimiza en este actuar de liberación social?, según la ideología cristiano – católica, Dios no dio poder a nadie para poder decir que debe uno o no hacer, sino que más bien a cada uno de nosotros y nosotras dio lo más preciado que todo individuo/a puede tener, lo que denominamos “libertad” que en conjunto es más que todo el camino de poder elegir, escoger y discernir entre lo bueno y lo malo con claras guías como los mandamientos cristianos que cada quien es libre de seguir o no, como también el de creer en un ser superior. Entonces, al parecer el mayor temor de la iglesia es la pérdida de poder frente a la sociedad, la capacidad de poder decidir por el otro, el que dirige nuestros pensamientos y el propio conocimiento, la misma ciencia, que claramente debe pasar por el “filtro” de aceptación de ciertos cánones para ser aceptada como tal.

Así mismo, ¿cómo podríamos plantear un Estado Laico? Para poder avanzar en esta temática y en realizar cambios sociales, debemos partir por una reforma educativa, todo tipo de cambio que se necesite realizar debe empezar por el hogar y por los colegios, cambiar el modo de “que piensen por nosotros” o que  “se nos impongan pensamientos o ideologías”. Quizás esto implique el analizar a profundidad cada una de las manifestaciones de universitarios y colegiales por la educación, en donde se abordan diferentes problemas que no salen del todo a la luz, siendo uno de los más importantes la educación laica, es decir una educación más cívica que religiosa, en donde los y las jóvenes, adolescentes y niños y niñas reciban una educación de calidad, con valores y con acceso por parte de todos los estratos sociales y no con una religión dominante e impuesta por los gobernantes, sino libre, en donde todo confluya como una interculturalidad de ideologías, basándose en el respeto mutuo, sin descalificar a ninguna de ellas, teniendo todas el mismo valor.

¿Pero por qué esto no es abordado por la prensa? Da mucho que pensar… si nuestro país fuera de libres pensantes, cualquier temática seria abordada como debe ser, sin tapujos pero también sin morbo, con una justa coherencia y con la verdad en donde la prensa no sea manipulada por algunos y algunas, en donde no se tenga que pensar que existe un favoritismo por las tipologías políticas de izquierda o derecha, sino que exista una clara información sin reveses y que no tengan que ser las redes sociales las que tengan que abrirnos los ojos de golpe, sino que más bien lo que se difunde sea lo mismo que podamos escuchar en radio, televisión y demás medios de comunicación.

Sin embargo la visión laicista de la masonería está basada en la aspiración hacia lo bello, al bien, a la tendencia a adherirse a una perfección siempre más grande en el dominio de cada individuo, en la pequeña esfera de su vida espiritual y material, en su conducta con respecto a sus semejantes, las cosas y las ideas, la propia tolerancia lo cual en ciertos aspectos no se ve muy reflejada, siendo uno de ellos y también importante el de aceptar a la mujer dentro de sus filas, ya que el laicismo involucra además de una mentalidad abierta, una aceptación a los nuevos cambios, así como evoluciona la sociedad también evoluciona la masonería, lo que implica que se deberían de dejar de lado los justificantes para impedir una aceptación de la mujer en una orden iniciática. A esto se suman las reformas estatales en todo lo que se refiere a legislación, desde legislación por y para género, para la educación, las FFAA, el Estado en sí, como también pasa por entender que tener un Estado Laico no significa ser extremista, sino más bien ser JUSTO para todos.

En pocas palabras, se requiere efectuar cambios que en la realidad en cierto modo estamos a un largo trecho de hacer, lo que significa muchos años de lucha por cambiar formas de pensar y de percibir a la sociedad, que para algunos cuantos y cuantas es una sociedad enferma, que cada vez va de mal en peor… con mayor delincuencia, mayores abusos, pero que somos pocas y pocos los que nos involucramos para tratar de mejorarla y hacer de ella un mejor lugar para vivir… pero ¿Cuánto es lo que nosotros hacemos o aportamos como individuos/as para generar cambios positivos?… Sigamos pensando… en que si es poco aun lo que estamos haciendo por el bienestar de nosotros/as mismo/as en la sociedad en que vivimos.

Para finalizar, las dejamos con algunas preguntas para reflexionar:

¿Tengo una actitud de mujer librepensadora en los distintos medios en que me desenvuelvo?, ¿examino mis prejuicios?, ¿qué prejuicios he logrado vencer durante mi vida?, ¿cuáles son mis próximos desafíos personales en este sentido?.

 

S.·.F.·.U.·.

CÁMARA DE APRENDIZAS

  

Bibliografía

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STAPLES, A (2014). Laicismo y laicidad. Escudos para promover agendas ideológicas.Cuicuilco Numero 61. Colegio de México.

Entrevistas

Carlos Abrigo Otey
Decano de la facultad de Ciencias Religiosas y Filosofía.
Universidad Católica Silva Henríquez
Sebastián JansPérez
Director de la Revista Digital Iniciativa Laicista
José Manuel León
Cientista Político
Instituto de Estudios Laicos (ILEC)

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